martes, 21 de diciembre de 2010

Danza


Quisiera ser caballo en marcha
Pisar Claveles secos, agua llanto y hermosura caprichosa
Divisar a mi poeta y encharcarlo en virgen cielo
Culminar en el misterio de materia color crema
Ser dama en noche fría y silbar palabras que den vida
Cuidar música en mañanas, bailar para tus ojos
Estoy presente como aquellas huellas
Soy la dueña de todo lo habitable, la viuda misma, el rojo en pasta y lo bello de la muerte.
Proclamo que el cielo baje, que se muestre, que me juegue y que al ir entre besos; pueda bailar para tus ojos.


María José Rodriguez

La reina

Hoy, casi en ceniza andante, el día me recordó lo que pariendo en nostalgia me cautivo.
La memoria clara no existe en estas épocas de llanto
Ella, casi gimiendo con las manos sucias y los pies curvosos, se cree reina de un universo gris tosco.
Su mirada influenciada por las andantes vírgenes del cielo, era la más clara confusión de hechizos. Su claustro y condescendiente pálpito era pausado ante humanos decididos que la esperaban para el salto.
Jugando y revoloteando en un aire insensato, sobrevive, la posible reina de una canción mañanera alardea palabras con su poeta imaginario, el señor de mil años que ronca música en estrofas le ofrece mundos creados por su locura; ella entra, sonríe y al ver que esta volando: allí se queda.


María José Rodriguez

Un preludio

"Nos ocurrió como un cuento basto, en donde las letras solo son enredos en el libro de poemas, estábamos justo al lado, las quimeras se frecuentaban cual vocal en canción y los suspiros se elevaban comprobando cierta teoría”.



Naciste un día en el que la Luna destellaba almas al azar, de ahí, surge lo inevitable con este sol de la noche, eras el vocablo perfecto, consumido, algo purpura para tu edad, pero frecuente para  aquel  deseado evento.  A tu lado lo inmensamente humano te miraba y tu, cual caballero en su caballo, extendías la mano saludando un mundo que habitaba en un gris oscuro.
A unos pocos centímetros luz estaba yo, inhalando permanencia bajo el cielo y rociando olores que impactaban a las flores, te pensaba una  que otra vez sin conocerte, te llamaba con el frio y me recordabas algo ya vivido, así se vino el tiempo y las mayúsculas sonrisas ahogaban el establo de los sueños; me parecía ver destellos entre estrellas e ignoraba el cromatismo de tu alma.
Una noche joven en la que dormías sin poetas divagando, soñaste con un sol quemado, el mismísimo impulso de un fuego tenue, la luz máxima que veías salir entre suspiros; era yo cariño mío; era el olor que aprendí a rociar para caricias, era color ocre convertido en alma, ¿lo recuerdas?
Llegando al vacio del presente, escribiste un relato que consterno el espíritu vivo del universo, y así, con el poder sublime de victorias allegadas, nos encontramos entre musgo claro, con gorriones silbando nuestros pasos y color ocre encima: enalteciendo las ráfagas del alma ausente.
María José Rodríguez 

Pobre animal sin alma

Sabe un poco extraño  –comente en tono suave-.  Es como si un poco de tierra se mezclara en suspiros, su sabor es como a un dulce viejo, una balada pobre o una vocal sin sonido, ¿Es posible? 
Seguiré debatiendo entre dedos, y mirando fijo aquel punto que se pierde mientras mis ojos se arquean, han pasado días libres y noches acusadas  por el sucio tiempo.  El viejo gato solo engorda polvo y su ventana, su única amiga, su espejo, su muerte, se empaña por el vapor que este cuerpo emana sin coherencia. Pobre animal sin alma…
Pobre de mí, diría el desdichado, insolente y mala clase señor que solo llora por la ausencia… aquel, que como todos cree saber el secreto de lo que no se ve… a él lo veo pasar todas las noches,  su olor me recuerda a mis miedos color castaño, el me ronda, me saborea, me quiere hacer suya entre sabanas, secretos y muerte.      Vete! – le grito ahogada- , no lo espero, ni siquiera lo pienso, pero sé que no lo olvido.  Ahora que oigo agua y huele a tierra se que todo tendrá un trofeo, algo poderoso se posara en mi cielo, no es amor, pues en el no creo, estoy tan segura de que no existe, tanto como sé que he amado… y ahora como mariposas de un color no existente, se me van los segundos en los que peque al pensar en lo infortunado, llueve tanto que el animal sin alma se asusta, se esconde y maúlla a la luna esperando una respuesta… Pobre animal sin alma.  La lluvia satisface un poco los deseos de un señor que conocí inesperadamente, si, recuerdo como me contaba sus historias bajo lluvia, solíamos vernos hace unos años, lo recuerdo bien; alto, de cabello negro, voz grave, y un huequito que  florecía cada vez que sonreía, su lado izquierdo era encantador. Recuerdo a este humano porque hoy llueve desaforadamente y algo bueno ha de traer el agua que hoy moja mi piso mas no mi alma, me detendría un poco en lo que fui y en lo que soy ahora, pero sin duda alguna lo encuentro irrelevante para este publico… Pobres animales sin alma.

María José Rodríguez

Simples fuentes mencionadas

Es lejano el hecho de conocer a simple vista.

Quisiera declamarles amor siniestro, sincero y colorido,
Mostrarles lo diminuto grande y el fuego tibio
Enseñarles sangre azul y tormentas cariñosas
Ser menester de abrazos y coger el aire como suelo
Quisiera dar miedo, quemar miradas y cometer delitos
Ser lo más buscado, lo más parecido al poder jamás visto
Retorcerme en el cielo y escupir la tierra, ser estrella mañanera
Quisiera cantar mis versos y humedecerlos en  miradas apasionadas
Ser profundamente alma colorida y dibujar sonrisas en los ocasos
Bendecir las almas vagabundas y profetizar amores
Quisiera ser poeta sucia y mujer amante, contemplar el agua roja y los versos imprudentes
Simples fuentes mencionadas, simples hechos escupidos.
Memoria, menester de lo predecible.

María José Rodriguez

El niño de ayer

Cayó de pie un día el niño de alas rotas
Se fomento una dicha del cielo acomplejado
Letra a letra lloraba en su precioso canto, el niño que algún día cayó de pie junto aquel árbol,
Se le enredo el alma en suspiros blancos simples
Se le perdió el viento, la manzana y un carrito de juguete.
Lloraba por la ausencia de aquellos años suyos, se estremecía en el aire,  cocinaba pasos de un pasado reflejado en sus espejos.

Se le fue la vida al niño de colores,
Nada era exquisito como en tiempos donde el calzado era piel bajo el suelo fácil de la vida,
Se le vio pasar con minúsculas sonrisas,
Llevaba bajo el brazo; años, tiempo y un poco de agua de existencia.
Tenía  arrugas y  manchas en el alma, tenia deseos de ser joven, bello y poeta de mil noches.
La mirada estaba sucia, había pecado y escupido. No era víctima del tiempo, moría  por el dolor acumulado.
Ya en su lecho, gritando con el alma;
Enseño a su cuerpo y a su amado cielo, que las alas rotas se cosieron con el infame tiempo.

 María José Rodriguez

domingo, 12 de diciembre de 2010

A mi caballero

Te vi aquella noche sin estrellas
donde las palomas suspiraban al vació
y la vida misma contemplaba tu llegada,
Eras tu mi amor ahogado
viejo y sucio con olor acumulado
vestías traje de villano
y en tu mano llevabas un recuerdo,
Me senté a tu lado como un vicio a su llegada
y te di un beso sabor a lila acuoso
me miraste y me dejaste encarcelada
en tus ojos color noche, caballero,
Paso el tiempo como el rojo de tu alma
y yo aquí esperando tu llegada
anhelando darte un beso lila acuoso
que me lleve a los cajones del pasado,
Te ame tanto, que fui presa de mis versos
y hasta dueña de un pedazo del infierno
y mi sol que no era mío
regañaba a mis espaldas la memoria,
Aunque trato de olvidarte día a día
siempre vuelves como aire por mi cuerpo
y aunque en silencio yo te ame
no eres mío, ni de nadie caballero.



María José Rodríguez